Al Ayuntamiento de Níjar debe sobrarle el dinero, aunque no la conciencia ecológica, ni tampoco el interés por el bienestar de sus vecinos. En San José, como todos los años, durante ese horrible acontecimiento que llaman fiestas y en el que se vulneran todos los derechos, se encienden durante todas las noches esos enormes farolones que hay instalados en el parque de La Molina y que a diario solo lucen (innecesariamente) hasta la media noche.
Pero, pasadas las fiestas, todos los años ocurre lo mismo: a quien corresponda se le olvida volver a regular el temporizador y las enormes luces queda encendidas hasta el amanecer iluminando no se sabe exactamente qué.
Un hermoso derroche de energía en un Parque Natural donde el ahorro energético debería ser prioritario y unos euros que se tiran al aire cuando podían emplearse en las muchas necesidades que tiene la población.
Pero hay más: los árboles que quedan en La Molina, que cada vez son menos, son seres vivos que tienen su ciclo circadiano, necesitan la luz del día para unos procesos biológicos y la oscuridad de la noche para otros. Alterar este ritmo es perjudicial para las plantas, y así nos va. Además, en su momento, el Ayuntamiento creó este espacio de ocio a escasos metros de algunas viviendas, cuyos habitantes son víctima de todas las actividades que en él se celebran.
La sobreiluminación en tiempo de noches tórridas produce una contaminación lumínica intrusiva a través de las ventanas a altas horas de la madrugada, lo que impide el sueño y, cuando éste se logra conciliar por cansancio, la escasez de melatonina, que necesita oscuridad para producirse, hace que el sueño sea menos reparador, lo que, según la Organización Mundial de la Salud general serios problemas en la salud de la personas (https://www.cabodegata.net/eseco011x.html), de los que en última instancia sería responsable el excelentísimo señor Alcalde.
