Desde el pulpito institucional, el parlamentario andaluz por el PSOE en Almería, Mateo Hernández Tristán, asegura que unos 200.000 almerienses se encuentran en listas de espera para una prueba diagnóstica, “según los datos disponibles”. Mas no satisfecho con el pronóstico, el político remarca también otra situación “aún más grave”: la provincia de Almería cuenta con 1.609 profesionales menos que otras con una población similar, poniendo a Córdoba como ejemplo. Una situación, asegura, que tiene fecha de caducidad, cuando el PSOE presida el Gobierno autonómico y, naturalmente, María Jesús Montero sea la presidenta de la Institución.
No es hora de hacer vaticinios de incierto resultado, pues el malestar de los andaluces va por otros derroteros, el de la situación de la sanidad pública en su Comunidad, el principal déficit en la gestión de Moreno Bonilla. Así quedó demostrado en las diversas manifestaciones de Marea Blanca convocadas tiempo atrás por todo el territorio andaluz. A pesar de haber reducido las listas de espera, como asegura a la vez que oculta su Gobierno, Andalucía todavía se sitúa entre las regiones con una mayor demora, según otras fuentes.
Las listas de espera no pueden convertirse en un asunto estratégico y recurrente en los discursos y debates políticos puntuales, a pesar de las discrepancias notables mostradas respecto a su gestión. Un juego que se intensifica en periodos preelectorales, como es el caso, cuando las promesas de reducción se presentan como logros inmediatos o futuros, a pesar de que su resolución suele requerir tiempo y recursos significativos.
Los tiempos de espera para someterse a una operación o tener cita con un médico especialista siguen siendo uno de los principales síntomas de las deficiencias del Sistema Andaluz de Salud (SAS). Así, su reducción se ha convertido en una promesa electoral muy repetida por todos los partidos. Mientras tanto, la confianza de la población con la salud pública se resquebraja, provocando un factor de malestar social que en absoluto solucionan los políticos con sus diatribas partidistas de cada día.
La sanidad debe ser un tema que trascienda las fronteras políticas, y no una mercancía que sirva de confrontación estéril entre sus representantes, más interesados en el enfrentamiento que en hacer un buen diagnóstico que garantice la calidad de la asistencia sanitaria a la población. Políticos y formaciones más preocupados por sus intereses partidistas cuyo comportamiento, indecente en algún caso, está contribuyendo al desencanto y desconfianza cada vez mayor de la población hacia sus instituciones y representantes. La sociedad, no olvidemos, reclama respuestas concretas y soluciones efectivas, no retóricas políticas que a casi nadie interesan.








