Del discurso de odio al delito de odio, de las propuestas de expulsión a la cacería de migrantes

Cartel publicitario de VOX en El Ejido, un ejemplo claro de discurso de odio
Opinión
El autor de este artículo de opinión

José Francisco Cano de la Vega

Torre Pacheco está muy cerca de Almería. No solo en kilómetros. Almería y Murcia no solo compartimos un clima similar y disponemos de fuertes industrias agroalimentarias. Ambas provincias estamos a la cabeza del fracaso escolar en España, nuestras poblaciones presentan bajos índices de educación universitaria, tenemos índices de inmigración superiores al 16% y ambas provincias dimos a VOX más de 21% de nuestros votos en las últimas elecciones legislativas. Aquí tuvimos “un El Ejido” y en Murcia han sufrido “un Torre Pacheco”. Tanto en la provincia de Almería, como en la Región de Murcia, corre diariamente en las redes sociales el discurso de odio y el delito de odio está a la vuelta de la esquina.

Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), el concepto “discurso de odio” hace referencia a un discurso ofensivo dirigido a un grupo o individuo y que se basa en las características que le son inherentes, como la raza, la religión, el género, su orientación o identidad sexual, etcétera) y que puede poner en peligro la paz social.

Existen tres características esenciales en el discurso de odio:

1º)     Se puede materializar en cualquier forma de expresión, incluidas imágenesdibujos animados o ilustracionesmemesobjectosgestos y símbolos y puede difundirse tanto en Internet como fuera de él.

2º)     Es discriminatorio, sesgado, fanático, intolerante, despectivo o humillante y está basado en prejuicios contra un individuo o un grupo social.

3º)     Se centra en “factores de identidad” (reales o percibidos) de un individuo o grupo, que incluyen aspectos como: su religión, etnia, nacionalidad, raza, color, ascendencia o género, pero también en otras características, como su idioma o habla, la situación económico o social, la discapacidad, el estado de salud o la orientación sexual, entre otras muchas.

Aunque desde una perspectiva democrática el repudio a los discursos de odio está generalizado y se considera uno de los grandes retos que deben afrontar las sociedades democráticas avanzadas, existe un amplio debate en relación con la libertad de opinión y expresión (es decir: hasta que punto este tipo de discursos debe ser permitido) y las soluciones adoptadas por los diferentes países. Por ejemplo, en la República Federal Alemana está prohibida la exhibición pública de símbolos nazis y está perseguida por la ley, mientras que en España no lo están los símbolos franquistas.

El discurso de odio solo es la antesala de los delitos de odio

A diferencia del discurso de odio, un delito de odio es cualquier infracción penal en cuyo origen están los prejuicios hacia una persona o un grupo social, por sus características étnicas, de nacionalidad, de orientación o identidad sexual o cualquier otra circunstancia similar. Cuando se produce un delito de odio, con él no solo se trata de perjudicar a una víctima individual, sino de agredir simbólicamente a todo el colectivo al que pertenece o representa.

Según el Ministerio del Interior, los delitos de odio se clasifican principalmente por el motivo que impulsa la agresión. Los más extendidos son:

  • Racismo y xenofobia (odio a los extranjeros): Representan casi la mitad de los casos, con 804 hechos registrados en 2024.
  • Orientación sexual e identidad de género: Con 528 denuncias, este tipo ha experimentado un notable aumento en algunas provincias como Almería.
  • Discriminación por sexo o género: 181 casos registrados.
  • Antisemitismo: Ha crecido un 60,9% respecto al año anterior.
  • Islamofobia: Aparece por primera vez en el informe, con 13 casos.
  • Aporofobia (odio hacia las personas pobres): También en aumento, con un crecimiento del 33%.

En el ámbito de Andalucía, Almería se ha posicionado como la provincia con más alta tasa de delitos de odio, especialmente en lo que se refiere a la orientación sexual. Y no hay que olvidar que en este tipo de delitos se estima una importante “cifra oculta”, es decir: de delitos que no son denunciados por las víctimas por diversas razones.

En el año 2024, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad practicaron la detención o la investigación de 905 personas como presuntas autoras de este tipo de delitos. Según los datos oficiales, los delincuentes de odio son muy mayoritariamente hombres (el 81,9%), entre 26 y 40 años, y de nacionalidad española (el 75,58%).

No son solo datos, es la vida cotidiana de la gente

Pero cada cifra que nos ofrece el Ministerio del Interior sobre los delitos de odio es mucho más que una estadística. Detrás de cada caso hay rostros, vidas y comunidades locales afectadas por una violencia que nace de la intolerancia y la ignorancia.

En provincias como Almería, donde los ataques por orientación sexual e identidad de género han crecido de forma alarmante, y donde el discurso de odio está a la orden del día en las redes sociales, vemos cómo el prejuicio se cuela en calles que deberían estar marcadas por la tolerancia y la convivencia. ¿Qué estamos haciendo mal cuando simplemente ser quien uno es se convierte en motivo de agresión?

La ciudadanía no puede dejar solo a la Policía y la Justicia la tarea de perseguir las manifestaciones de odio. Necesitamos compromiso social, educación en tolerancia desde la infancia y, sobre todo, valentía para alzar la voz ante cualquier manifestación de odio o de intolerancia. Porque en una democracia madura, la diversidad no se tolera: se celebra y se aprovecha.



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