Diciembre llega cargado de invitaciones que se acumulan en la agenda. Surgen comidas improvisadas, cenas de empresa y celebraciones que adelantan el espíritu navideño. Se comparten risas, anécdotas y el alivio de cerrar un año lleno de trabajo y esfuerzo. Son días para reconectar y disfrutar, pero también son días donde la carretera no perdona descuidos ni impulsos.
La mezcla de alcohol y conducción sigue siendo un riesgo rechazado por la sociedad, por la legislación y por cualquier persona que haya sido testigo del daño que puede provocar un siniestro vial. La vida no entiende de descansos festivos ni de celebraciones adelantadas. Cuando se coge un volante o el manillar de una motocicleta no existe espacio para la imprudencia. Diciembre puede ser un mes de despedidas, pero no debe ser el mes de decisiones que se paguen demasiado caro.
Los conductores que superan la tasa permitida se enfrentan a sanciones que marcan. La normativa establece multas severas, pérdida de puntos y, en los casos más graves, consecuencias penales que pueden llevar a prisión o a la retirada prolongada del permiso de conducir. Cuando la cifra supera los valores permitidos, la celebración se convierte en un informe policial y en un procedimiento que acompaña durante años. A ello se suma el daño personal. Los accidentes vinculados al alcohol siguen siendo una de las principales causas de fallecidos en las carreteras. Nada compensa ese riesgo.
La diversión puede seguir, las risas pueden continuar, las copas pueden disfrutarse. Lo que nunca puede hacerse es volver a casa conduciendo bajo los efectos del alcohol. Es una decisión tan sencilla y a la vez tan trascendental que merece una reflexión sincera. ¿De verdad compensa unos minutos de comodidad frente a una vida entera de consecuencias? ¿Vale la pena arriesgarlo todo cuando existen alternativas de movilidad seguras? Un taxi, un amigo sobrio, un paseo o incluso dejar el vehículo aparcado son sacrificios menores si se comparan con el daño que puede evitarse.
Diciembre invita a celebrar y compartir. La carretera invita a pensar y actuar con cabeza. Quien conduce toma decisiones que no solo afectan a su propia vida sino también a la de los demás. Que este cierre de año sea un ejemplo de sensatez y responsabilidad. La fiesta puede seguir. La vida también.








