No viene aquí, advierto al lector, el título de esta columna a colación con la celebrada película de The Blues Brothers. En este caso los granujas son otros y su misión no es precisamente salvar el orfanato de Santa Elena, como en el film de John Landis, sino el de incrementar el talego del golfante.
Es el de los políticos en este país, si hacemos caso al barómetro del CIS, uno de los principales problemas para los españoles, por encima incluso de los económicos. Una lacra que se extiende a través de los tribunales en forma de estafas, amaños, prevaricación, financiación ilegal, cohecho, blanqueo de capitales… causadas por políticos y partidos. Ábalos, Gürtel, Cerdán, Koldo, Bárcenas, ERE andaluz… arribistas del poder bien conocidos y protagonistas de una serie de turbias maniobras de influencia y lucro.
Un elenco de mangantes a los que se acaban de unir esta semana, aunque ya venían pisándoles los talones, el presidente de la Diputación de Almería, Javier Aureliano García; el vicepresidente, Fernando Giménez, el alcalde de la localidad almeriense de Fines, Rodrigo Sánchez, y el regidor de Tíjola, José Juan Martínez, además de varios empresarios y allegados a los que el juez, tras ser detenidos, ha dejado en libertad, aunque siguen imputados. Políticos pertenecientes al Partido Popular e investigados por agentes de la UCO de la Guardia Civil, por el caso mascarillas en el Juzgado número 1 de Almería, además de por varios contratos de obra pública relacionados con la Corporación provincial.
Otro caso donde el proceder de unos individuos erosiona cada vez más la confianza de la ciudadanía en las instituciones públicas y del funcionamiento de la democracia, además de la credibilidad del partido que representan. Una china en el zapato de Moreno Bonilla que a buen seguro notará el presidente en el próximo Debate sobre el Estado de la Comunidad que se celebrará en el Parlamento de Andalucía la próxima semana.
Ejemplos, en definitiva, de una corrupción política galopante en España que acaba enfangando a miembros representativos de las formaciones que personalizan. Políticos, en su mayoría, que acceden a cualquier cargo gracias a la amistad con su jefe. Un enorme equipo de palmeros y mandilones que sirven a golpe de argumentario, que compiten por estar más cerca del que manda, y también del que confecciona las listas electorales. Individuos que poco les importa emparentar sus carreras profesionales, o las que los titulares aseguran tener en sus currículos incluso con añagazas, con los cargos a desempeñar para luego lucrarse del cargo.
Un deterioro institucional permanente en la vida interna de algunos partidos, vía el lamentable comportamiento de alguno de sus miembros. Un goteo inacabable de políticos, protagonistas en este permanente y deplorable desfile de granujas por los juzgados y comisarías de todo el Estado español. Un lamentable espectáculo que no hace más que aumentar la desafección de los ciudadanos ante el asombro de comprobar que la corrupción de siempre campa a sus anchas. Una sociedad convencida de que los políticos que les gobiernan no forman parte de la solución sino del problema.








