Jugando a la ruleta rusa

Genoveses 58 en San José. La promoción que se ha convertido en uno de los peores ejemplos de la ola constructora que ha invadido el Cabo de Gata. Foto La Crónica.
Opinión
El autor de este artículo de opinión
José Vidal. Vocal de Comunidad y Calidad de Vida de la Asociación Vecinal de San José y El Pozo de los Frailes.
De no frenar la explotación de los recursos naturales sin límites y sin contrapartidas de equilibrio y sostenibilidad, así como la masificación turística sin planificación e infraestructuras adecuadas, tendremos problemas de severas consecuencias. El turismo, de no cuidarlo, lejos de ser un motor de crecimiento económico, puede producir un estrangulamiento de nuestra comunidad. En otras palabras, podemos morir de éxito.

Serias amenazas se ciernen sobre el planeta y los seres vivos, ante la sobreexplotación de recursos no renovables, el deterioro del medio ambiente y la alteración de los componentes físicos que condicionan la forma de vida de la sociedad.

El secretario general de la ONU recientemente ha dicho que: “Estamos jugando a la ruleta rusa con nuestro planeta”. ¿Sabemos o no queremos saber a dónde vamos y lo que estamos haciendo? ¿Seguiremos ciegos a una realidad preocupante que compromete la calidad de vida y la supervivencia en la tierra que nos acoge? ¿Nos quedará algo de sabiduría e instinto de protección, frente a la ceguera de los egoísmos económicos particulares, para salvar el planeta y salvarnos nosotros?

Más sobreexplotación de recursos naturales, más turismo y más cemento, como panacea de crecimiento económico, no es la solución. Frente a planteamientos económicos interesados, que contribuyen a ciertas cegueras, aclaremos algunos conceptos.

Crecimiento económico, desarrollo y medio ambiente, son factores que determinan la realidad de un territorio en el plano económico, social y cultural. Factores de cuyo equilibrio, entre cada uno de ellos y su sostenibilidad, es decir, en el uso adecuado de los recursos humanos, tecnológicos, naturales y de capital, determinan la menor o mayor capacidad para un Desarrollo Humano que cubra necesidades y mejore las condiciones de oportunidades, de bienestar y de calidad de vida de las personas.

Se impone, por tanto, no solo un crecimiento económico sino un desarrollo económico en un marco sostenible, más colaborativo, equilibrado y más centrado en las personas y protección de los recursos naturales de los territorios. Un desarrollo endógeno e inclusivo (que cuente con todos y que su fruto revierta a todos), a partir de los recursos materiales e inmateriales, desde una triple perspectiva: económica, social y ambiental.

Hoy, las alertas son más que evidentes: Contaminación ambiental y salud. Cambio climático y seguridad alimentaria. Progreso y desigualdad. Flujos migratorios y convivencia. Masificación turística y malestar ciudadano. Una sociedad líquida, en la que vivimos, que incrementa la incertidumbre y favorece un individualismo egoísta y el laissez-faire frente a la responsabilidad comunitaria y el bienestar colectivo.

Y, en todo ello, las instituciones que administran los asuntos públicos (estatal, autonómica o local) deberían jugar un papel esencial en el desarrollo social ejerciendo su responsabilidad en la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos, cubriendo necesidades y prestando servicios adecuados.

Igualmente, cobra especial importancia el que todos los agentes implicados en el desarrollo de un territorio (Administraciones Públicas, sector privado y sociedad civil) participen conjuntamente en la toma de decisiones frente a problemas que nos afectan a todos.

Por eso, las entidades vecinales fuertes, junto a otros agentes sociales y económicos de la comunidad, están llamados a ser instrumentos útiles y necesarios de vertebración para afrontar los desafíos y retos en la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos en su entorno, así como evitar comprometer las capacidades de futuras generaciones.

San José, nuestro Parque Natural, y el resto de los pueblos de Cabo de Gata, son un entorno privilegiado con recursos naturales únicos. Si no lo cuidamos y lo dejamos al albur de la lógica del mercado, a los intereses privados en su presión sobre el espacio público, corremos el riesgo de la degradación del entorno y de ver convertidos nuestros pueblos en parques temáticos con el consiguiente detrimento del bienestar colectivo.

En nuestras manos está el evitarlo. De nosotros depende.



Las 42 viviendas unifamiliares que se están construyendo en la calle San José de esta misma localidad. Foto La Crónica.

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